El LHC, ubicado en la frontera francosuiza, cerca de Ginebra, es un acelerador de partículas que esconde a 100 metros bajo tierra un túnel circular de 27 kilómetros de circunferencia. En su interior, sus responsables lanzan dos haces de protones a velocidades cercanas a la de la luz. La aceleración y guía de las partículas se consigue gracias a más de mil imanes cilíndricos enfriados a -271,25º C (menos de dos grados sobre el cero absoluto). Las partículas giran en orbitas concéntricas opuestas, de manera que al chocar generan una concentración de energía muy alta que dará lugar a nuevas partículas. Algunos expertos lo comparan con el Big Bang, la gran explosión que dio origen al universo, eso sí, mucho más pequeño y de forma controlada y analizable por los diversos instrumentos de los que dispone.