Nunca un español había ganado este mítico torneo fundado en 1895, y Jon Rahm ha dado el paso definitivo para convertirse en un icono del deporte español.
Cinco años después de acceder al golf profesional, Jon Rahm ha subido un escalón más en su meteórica carrera hacia las más altas cotas del deporte español. Lo ha hecho ganando la 121ª edición del US Open, su primer Grande, con una ronda final absolutamente memorable coronada con dos birdies al alcance de muy pocos golfistas.
La ronda final de Jon en Torrey Pines -¡caray, cómo se le da este campo!-, fue de un disfrute maravilloso para el aficionado parcial. Para el español y para todo aquel que se identifica con la ambición bien entendida de este chicarrón de 26 años que hace algo más de una década dejó su Barrika natal para emprender en la Escuela Nacional Blume de Madrid un viaje maravilloso.
Un viaje que hizo parada en Arizona, posteriormente en Irlanda, Dubai, vuelta a Madrid,... y que a cada tramo parece más apasionante. Pero devolvamos el foco a lo acontecido en esta cuarta jornada. Jon Rahm, que salía a tres golpes de un trío compuesto por Mackenzie Hughes, Russell Henley y el más reputado de todos, el sudafricano Louis Oosthuizen, arrancó su vuelta como debe hacerlo un aspirante con ganas de baile: con dos birdies en los dos primeros hoyos.
Dos hierros maravillosos le regalaron esas dos primeras opciones de birdie que no dejó escapar. Luego llegaron un bogey al 4, el único de su ronda, y otro birdie al 9. Para entonces ya estaba más que asentado en un vagón de cabeza del que se fueron bajando Brooks Koepka (-2) o Rory McIlroy (-1), lastrado por una secuencia bogey-doble bogey en el 11 y 12 de la que no se recuperó.
Birdies y triunfo
Ya situados en el escenario, vayamos al momento estelar de la madrugada en España, esas dos obras de arte de Jon Rahm en los hoyos finales, en ese tramo en el que los nervios agarrotan las manos. A los mortales, decimos, porque Jon no acusó ni un ápice esa presión; todo lo contrario, se creció.
En el 17 se dejó un putt en ligera caída que resolvió con una caricia sutil que enloqueció al personal casi tanto como a él mismo, que lo celebró con rabia. No era para menos: con ese birdie se situaba en -5 y daba caza en la cabeza a un Louis Oosthuizen que tras atesorar dos golpes de renta comenzaba a sufrir.
Minutos después y tras pasar por búnker, Jon Rahm completaba su gran vuelta de 67 golpes (las tres anteriores fueron de 69, 70 y 72 golpes) con otro putt de unos seis metros que hacía estallar a la grada principal que rodeaba el 18. Jon, puño en alto y ojos inyectados en sangre, sabía que su trabajo ya estaba hecho (y maravillosamente hecho). Solo quedaba ir a casa club, pegarse a la tele y esperar con su mujer Kelley y su hijo Kepa, que aguardaban a pie de green junto a su padre Edorta.
Mientras las redes sociales iban soltando mensajes mezcla de incredulidad, admiración y alegría -de Phil Mickelson, de Tony Finau, de Fátima Fernández, de Carlos Sainz Jr., de Gerard Piqué,…-, a Louis Oosthuizen, constituido en ‘el otro aspirante’, le quedaba la ardua tarea de intentar calmar a ese ciclón llamado Jon Rahm.
Lo intentó salvando algún par, pero su momento parecía haber pasado. El bogey al 17 dejaba sus opciones pendiendo de un hilo; debía hacer el eagle en el 18 para salir a play off y conservar sus posibilidades de acompañar en sus vitrinas a la jarra de clarete obtenida en 2010. Pero era el día marcado en rojo para que Jon Rahm inaugurase la que, esperemos, sea una colección de Grandes. Y contra el destino no se puede hacer nada.
¡Jon Rahm es ya por meritos propios, uno de los mejores deportistas españoles de todos los tiempos!
Fuente: RFEGOLF
FOTO: @PGAtour