El resto es pura tecnología: pantalla plana táctil en la barra de empuje, receptor wi-fi, A-GPS, y lector de radiofrecuencia (RFID), pues todo funciona en base a esta tecnología.
Las etiquetas RFID contienen pequeños chips que permiten almacenar numerosa información y que, gracias a que disponen de una pequeña antena, no necesitan contacto directo con un lector para ser leídos; se puede hacer desde varios metros de distancia. Si todos los productos de un súper (o tienda) dispusieran de estas etiquetas (son el sustituto de futuro del código de barras), hacer los inventarios, por ejemplo sería mucho más sencillo: solo se tendría que pasar un lector por la estantería para saber qué productos hay disponibles.
El cliente se relaciona con el carro desde la pantalla táctil. Se pueden hacer compras simples: cada vez que se colocan productos en el carrito, la pantalla muestra el precio de cada uno y el total acumulado. Es posible elaborar listas de compra para que recomiende la mejor ruta de visita del súper, consultar promociones especiales, conocer en qué estantería está cierto artículo deseado y también es capaz de decir qué alimentos necesitas para elaborar una receta concreta.