Esta es la historia de un momento donde escribir y vivir podían aún conjugarse sinónimamente. Hay escritores que deciden serlo para enseñarnos un virtuosismo, para enseñarnos una forma de tejer con sílabas, palabras, acústicas o formas de mirar, y hay otros que primero necesitan vivir un grito interior y, después de haberlo vivido, saben tejer con palabras esa vivencia.