Pere Cortacans, arquitecto, decorador y fotógrafo, ha ideado con Hideki y Xu un espacio conventual, de madera y piedra que traslada al visitante a Tokio y sus templos laicos del sushi. Sombra y silencio, esa filosofía del sugerir que difunden los pensadores japoneses. El pasillo en penumbra. La barra de cedro, con los nudos en los bordes: pasar los dedos sobre ellos es sentir el árbol. La cocina a la vista, construida por la empresa García Casademont, donde los sushi man manipulan los nigiris.