La fortuna quiso que la princesa Carolina se comprara uno de sus diseños y elogiara el zapato delante de una especialista en moda de una revista. Se publicó la anécdota y Louboutin se convirtió en el más deseado de los zapateros. Su lujo es que, a día de hoy, sigue sin caer en las redes de los imperios y prefiere seguir en solitario, con su producción limitada y sus apenas treinta empleados; y dejar para otros las producciones en cadena y los pedidos por miles. Todas las estrellas de Hollywood, princesas europeas y empresarias consagradas se mueren por un par de zapatos de este artesano del lujo que imprime el tono escarlata en todas las suelas.
Fuente: Beatriz Cortazar