La estructura, construida con algo más de 1.000 toneladas de arena, ofrece desde hace unos días habitaciones simples y dobles, agradablemente decoradas pero sin armario, ni baño. Ni tan siquiera techo. Aunque para el creador del castillo, Mark Anderson, esta característica es precisamente la que le da encanto al sitio porque permite a los clientes disfrutar del cielo por la noche. Todo por algo más de 12 euros.
El hotel de arena sólo existirá hasta que se lo lleve la marea o la lluvia, lo cual no es muy difícil en el verano británico.