La primera vez que vi una pulsera de Catherine Michiels fue en la muñeca de una de mis mejores amigas. Quise tener una enseguida. Era verano, estaba muy morena, y las cintas de seda con vivos colores resaltaban en su piel. Me dijo que se las había comprado en una joyería en Formentera, que aquí en Barcelona no se vendían, así que fui a consultar su página web para ver de qué manera podía conseguir una. Al cabo de un tiempo, ya había algún punto de venta aquí, pero no pude aguantar y antes hice mi pedido por internet.