Rodeada por campos de golf y urbanizaciones de lujo, La Esencia recuesta sus amplios ventanales sobre El Patio de Los Poetas, un jardín de inspiración morisca cuajado de 1.000 rosales, naranjos, olivos centenarios, cipreses y un aljibe plagado de nenúfares y carpas, que son utilizadas para algunos platos del menú. De hecho, El Patio de los Poetas, además de envolver el restaurante con sus fragancias de lavanda, albahaca, salvia o citronela, surte a los profesionales de La Esencia de las materias primas que utilizan para elaborar sus panes (hasta seis tipos diferentes), aceites (ajo, azahar y rosas, romero), vinagres (frambuesa, granada, soja), y otros condimentos. Pero de su decoración, que juega con columnas de láminas de acero y habitaciones de formas elípticas, llama especialmente la atención tres ventanales redondos, a modo de enormes ojos de buey, que conectan el salón principal con la cocina, por lo que los clientes pueden observar los trajines entre ollas y sartenes de los cocineros.