Su obra artística encuentra su inspiración el simbolismo de las cosas. Y en nuestras viñas encontró un mensaje. Sus obras siempre cuentan una historia, original y fantasiosa. Son como él, como si se tratara de un espejo. En los viñedos descubrió la Chardonnay, la uva emblemática de la Maison Ruinart. A Hubert, que introduce muchos brillos en sus creaciones, siempre le ha fascinado la paleta de colores de esta uva que evoluciona con cada estación para pasar por todas las gamas del verde y acabar en el dorado. Los rayos del sol ponen de relieve su profunda transparencia y su luminosidad, que encontramos en el vino icónico de la casa: el Blanc de Blancs.HUBERT LE GALL
Nació en Lyon en 1961. Se diplomó en Gestión y en 1983 se trasladó a París, donde comenzó a ejercer su talento creativo a partir de 1988. Como artista crea muebles funcionales y poéticos. Como escenógrafo trabaja en numerosas exposiciones francesas e internacionales. Siguiendo el modelo del cuestionario de Proust les presentamos un retrato muy personal de Hubert Le Gall.
Hurbert Le Gall LE CALENDRIER DE VERRE RUINART
A TRAVÉS DE SU TRABAJO, HUBERT ADEMÁS QUIERE RENDIR HOMENAJE A LA NOCIÓN DE TIEMPO
El tiempo es sobre todo las estaciones de la Champagne. Pero también es el tiempo necesario año tras año para elaborar el champagne. Y por último también es el tiempo que hace. O, mejor dicho, los indicios que el hombre observa varias veces al día para planificar los cuidados que tendrá que prodigar a sus viñedos.
Observando esta alineación perfecta e infinita de cepas Hubert entendió hasta qué punto también era esencial el trabajo del hombre, ya que da forma a la Naturaleza para hacerla más bella y más prolífica. Sin su intervención todo sería anárquico. Por eso el champagne es la materialización definitiva de un conocimiento noble y reconocido.
Esta colaboración —una aventura inédita para Hubert— le ha permitido salirse del terreno conocido y trabajar con un nuevo material. Un material que se autoimpone, el vidrio, cuyas imperfecciones, asperezas y burbujas de aire conforman su belleza. Un material espejo de la Chardonnay y, por eso mismo, ideal por su transparencia, por el juego al que puede dar lugar con la luz y por las numerosas posibilidades de exploración de un vasto universo cromático que ofrece. Hubert quería crear una obra colorida, alegre, luminosa y viva. A imagen del champagne, que revela toda su elegancia a través de su color, su brillo y su efervescencia.
Cuando Hubert Le Gall pensó en el vidrio para expresar su visión de la Maison Ruinart, inmediatamente le vino a la mente Murano, con sus maestros vidrieros, como el lugar en el que quería trabajar. Sus conocimientos, tan ancestrales como los de nuestra Maison de champagne, también tenían fama mundial. Pero evidentemente también revestía importancia la elección del maestro vidriero. Porque este artesano tenía que poder materializar los pensamientos y bocetos de Hubert. La elección recayó en el estudio Berengo, conocido por sus colaboraciones con los principales artistas contemporáneos.
Hubert rinde así homenaje al paso del tiempo, jalonado por las estaciones y por el trabajo del hombre, a través de esta serie de 12 esculturas en la que cada una representa un mes del año. La vid se convierte en símbolo y a su alrededor las estaciones desfilan a su ritmo inmutable aportándole las transformaciones necesarias para el nacimiento del champagne. El hombre y la naturaleza se sitúan en el centro de esta bella historia artística.
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Ruinart Hurbert Le Gall LE CALENDRIER DE VERRE
Enero
El cielo está bajo y pesado. La viña se cubre de un suave manto blanco que se acumula a sus pies. La naturaleza descansa. En la fría luz, una silueta aprovecha esta calma para podar la viña. Un trabajo largo y fastidioso, pero que le gusta, a pesar del frío cortante.
Febrero
La poda se prolonga para hacer que suba la savia. Esta savia que alimenta a la planta gotea como una perla: la viña llora. Hubert ha representado sus lágrimas con estas gotas azules que desafían al invierno. La nieve se transforma en un manto helado y brillante. De vez en cuando un rayo de sol atraviesa y traspasa el hielo iluminando brutalmente a la vid.
Marzo
El hombre, siempre en la viña, prepara su crecimiento anudando sus tallos y sarmientos. La guía hacia lo mejor y la prepara para recibir todo lo que necesita para desarrollarse: agua y sol. La vid es como un jarrón, lista para recibir la esencia de la vida.
Abril
Esta pieza tan atmosférica es el símbolo de la vida que recupera sus derechos. La viña sale con delicadeza del invierno; es la brotadura. De un verde suave, la savia que asciende se concentra en la base de la cepa y despunta alegremente. Las yemas se hinchan. El conjunto es diáfano y recuerda a la belleza de la vida nueva.
Mayo
Llegan las golondrinas y revolotean alegremente en el cielo. Los días se alargan. La primavera despierta y la Naturaleza se revela en todo su esplendor. Los brotes, de un delicado verde, muestran sus todavía rudimentarios racimos. Su transparencia y redondez evocan ya la finura y la elegancia del Blanc de Blancs. Pero la viña aún tiene el freno echado. La lentitud es esencial. El hombre desyema: elimina los brotes que tienen pocas uvas o ninguna para conservar únicamente la «sustanciosa médula», en palabras de François Rabelais.
Junio
Llega el momento de la floración y el desarrollo. La viña eclosiona. Aumenta su ritmo de crecimiento y tiene que ser domada por el hombre, que la dirige y la recoloca. El sol clava sus rayos en cada cepa. Reverbera en los pedregales que tapizan el suelo entre las hileras de plantas: los reflejos plateados que irisan la vid son la representación imaginada por Hubert. La viña dialoga con el exterior.
Julio
La floración deja paso al cuajado, cuando la flor se transforma en fruto. La cepa se corona con una campana de un amarillo transparente que la envuelve como si fuera una incubadora. Es el sol que le insufla la vida. El tálamo muestra hasta qué punto la viña se abre al máximo para recibir todo lo que necesita para nutrirse y desarrollarse.
Agosto
La madera de la vid ha desaparecido completamente bajo la profusión de hojas y frutos. Todo este verde ondula suavemente sobre los cerros de la región de Champagne hasta donde alcanza la vista. El fruto maduro alcanza su tamaño adulto y cambia de color: es lo que se conoce como el envero. En este momento el hombre está muy atento. Coloca la vid como debajo de una campana, como si fuera un relicario. La escruta. Los últimos momentos antes de la vendimia son cruciales. Pero la viña necesita agua y sol. Estas gotas, tan esenciales para su crecimiento, quedan representadas por las esferas transparentes que coronan la escultura. La copa, de un amarillo luminoso, representa el sol y todo lo que este aporta.
Septiembre
Por fin llega el momento tan esperado. La vendimia. Diseminados por todo el viñedo se distinguen enjambres de vendimiadores que, al igual que las abejas, liban el fruto que se convertirá en champagne. Los bellos racimos cobrizos dejan escapar algo de zumo. La efervescencia está por todas partes antes de acabar en cada copa. También está en la obra de Hubert, con la elección de esta copa salpicada de burbujitas cuya transparencia recuerda a la del Blanc de Blancs, rematada por burbujas que recuerdan al chispeo dentro de la copa. Y que escapan de ella para deleitarnos.
Octubre
La viña se repliega sobre sí misma. Las hojas se contraen y caen, dejando ver de nuevo la madera. El hombre no interviene. Solo observa cómo los colores evolucionan del verde al ocre.
Noviembre
Se acentúa el impulso de volver al suelo. Todo cae y se convierte en tierra. La viña se nutrirá de este abono providencial. El hombre comienza a darle forma mediante la poda.
Diciembre
El tiempo se detiene. La viña entra en hibernación y se cierra como una caja. Todo se vuelve negro y pierde su transparencia. Cada cepa toma fuerzas mientras espera a su renacer.
Fuente: Ruinart
www.ruinart.com/hubertlegall